La Marcha del Barro es la primera gran procesión organizada por la Unión Nacional de Sociedades por el Sufragio de Mujeres (NUWSS).

La Procesión Unida de Mujeres, o Marcha del Barro, como se la conoció, fue una manifestación pacífica en Londres el 9 de febrero de 1907 organizada por la Unión Nacional de Sociedades por el Sufragio de la Mujer (NUWSS), en la que más de tres mil mujeres marcharon desde Hyde Park Corner hasta The Strand en apoyo del sufragio femenino. Mujeres de todas las clases sociales participaron en lo que fue la mayor manifestación pública a favor del sufragio femenino vista hasta la fecha. Adquirió el nombre de "Marcha de lodo" por el clima del día, cuando las fuertes lluvias incesantes dejaron a los manifestantes empapados y salpicados de lodo.

Los defensores del sufragio femenino se dividieron entre los que favorecían los métodos constitucionales y los que apoyaban la acción directa. En 1903, Emmeline Pankhurst formó la Unión Social y Política de Mujeres (WSPU). Conocidas como las sufragistas, la WSPU realizó manifestaciones, interrumpió a los políticos y, desde 1905, vio a varios de sus miembros encarcelados, lo que atrajo la atención de la prensa y aumentó el apoyo de las mujeres. Para mantener ese impulso y crear apoyo para un nuevo proyecto de ley de sufragio en la Cámara de los Comunes, el NUWSS y otros grupos organizaron la Marcha del Barro para coincidir con la apertura del Parlamento. El evento atrajo mucho interés público y una cobertura de prensa ampliamente comprensiva, pero cuando se presentó el proyecto de ley al mes siguiente, fue "discutido" sin votación.

Si bien la marcha no logró influir en el proceso parlamentario inmediato, tuvo un impacto considerable en la conciencia pública y en las tácticas futuras del movimiento. Grandes manifestaciones públicas pacíficas, nunca antes intentadas, se convirtieron en características estándar de la campaña sufragista; el 21 de junio de 1908, hasta medio millón de personas asistieron al Women's Sunday, un mitin de la WSPU en Hyde Park. Las marchas demostraron que la lucha por el sufragio femenino contó con el apoyo de mujeres de todos los estratos de la sociedad, quienes a pesar de sus diferencias sociales supieron unirse y trabajar juntas por una causa común.