Bernard-René de Launay, político francés (n. 1740)
Bernard René Jourdan, marqués de Launay, es una figura cuyo nombre está intrínsecamente ligado a uno de los momentos más sísmicos de la historia francesa: la toma de la Bastilla. Nacido el 8 o 9 de abril de 1740, Launay no era un personaje cualquiera; su destino se entrelazaría de manera indisoluble con la centenaria prisión-fortaleza de París, de la cual se convertiría en su último gobernador francés, un cargo que había ocupado antes su propio padre. Su vida culminaría trágicamente el 14 de julio de 1789, un día que marcaría el inicio simbólico de la Revolución Francesa y el fin de una era.
Un Linaje al Servicio de la Bastilla
La historia de Bernard René Jourdan en la Bastilla no comenzó con él. Heredó, en cierto sentido, una conexión profunda con la fortaleza. Su padre, René Jourdan de Launay, también había servido como gobernador de la Bastilla. Esta tradición familiar no era inusual en el Antiguo Régimen, donde los cargos a menudo se transmitían de padres a hijos dentro de la nobleza. Bernard René, siguiendo los pasos de su progenitor, se formó como militar y, eventualmente, ascendió a la posición de comandante de la guarnición de la Bastilla, antes de asumir el puesto de gobernador. Esta trayectoria le otorgaba un conocimiento íntimo de la fortaleza, tanto de sus defensas como de sus rutinas carcelarias.
La Bastilla: Más que una Prisión
Para comprender el papel de Launay, es fundamental entender qué representaba la Bastilla en el París del siglo XVIII. Originalmente construida como una fortaleza medieval para defender la ciudad, con el tiempo se había transformado en una prisión estatal, utilizada principalmente para detener a prisioneros políticos y figuras influyentes que eran arrestadas por orden directa del rey (lettres de cachet), sin juicio. No era una prisión de masas, y en el momento de su asalto, solo albergaba a un puñado de prisioneros, algunos con problemas mentales, otros por delitos comunes, y ninguno por razones políticas graves. Sin embargo, su imponente estructura de ocho torres, sus gruesos muros y su reputación como símbolo de la arbitrariedad del poder monárquico la convertían en un emblema de la opresión del Antiguo Régimen. Su mera presencia dominando el horizonte parisino era un recordatorio constante de la autoridad real.
El Día Fatídico: 14 de Julio de 1789
La ciudad de París, en el verano de 1789, era un polvorín de descontento social, escasez de alimentos y agitación política. La destitución del popular ministro de finanzas Jacques Necker por el rey Luis XVI había encendido la chispa de la insurrección. El 14 de julio, una multitud crecientemente enardecida, movida por la necesidad de armamento y pólvora, y por el simbolismo de la fortaleza, se dirigió hacia la Bastilla. El Marqués de Launay, al mando de una pequeña guarnición compuesta por unos 80 invalides (veteranos de guerra) y 32 soldados suizos, se encontró en una posición desesperada. Sus recursos eran limitados, sus órdenes poco claras, y la lealtad de sus propias tropas no era absoluta. Intentó negociar con la multitud, ofreciendo resistencia inicialmente para proteger la fortaleza, pero la presión de los asaltantes, que superaban ampliamente en número a sus defensores, fue abrumadora. Launay se enfrentó a un dilema imposible: resistir hasta el último hombre y causar una masacre que mancharía su nombre, o rendirse y esperar la clemencia. Optó por la rendición, esperando una retirada segura para su guarnición a cambio de abrir las puertas de la fortaleza.
Un Final Trágico y Simbólico
La rendición de Launay, sin embargo, no fue el final pacífico que él esperaba. Una vez que las puertas de la Bastilla fueron abiertas y la multitud irrumpió, la furia acumulada de los parisinos se desató. A pesar de las promesas de seguridad, Launay fue arrastrado por la muchedumbre hacia el Hôtel de Ville, sede del gobierno municipal de París. Durante el trayecto, fue brutalmente golpeado y asesinado por la turba, decapitado en la Place de Grève. Su cabeza, junto con la de otros oficiales, fue exhibida en una pica por las calles de París, un macabro trofeo que simbolizaba la caída de la autoridad real y el triunfo del pueblo. Su muerte, apenas unas horas después de la caída de la Bastilla, se convirtió en un acto fundacional de la Revolución Francesa, un sombrío presagio de los eventos violentos que estaban por venir y el trágico destino de muchos de los que se interpusieron en el camino de la revolución.
Preguntas Frecuentes (FAQs)
- ¿Quién fue Bernard René Jourdan, Marqués de Launay?
- Fue el último gobernador francés de la prisión-fortaleza de la Bastilla en París. Su vida terminó trágicamente el 14 de julio de 1789, el día en que la fortaleza fue asaltada, marcando el inicio simbólico de la Revolución Francesa.
- ¿Cuál era su papel en la Bastilla antes del 14 de julio de 1789?
- Como gobernador, estaba a cargo de la administración, seguridad y defensa de la Bastilla. Era responsable de la pequeña guarnición y del manejo de los prisioneros. Heredó este cargo de su padre, quien también fue gobernador.
- ¿Por qué la Bastilla era un lugar tan importante y simbólico?
- La Bastilla, originalmente una fortaleza defensiva, se había convertido en una prisión estatal para opositores políticos y un símbolo tangible de la arbitrariedad del poder absoluto del rey de Francia. Aunque en 1789 albergaba pocos prisioneros políticos, su existencia misma representaba la opresión del Antiguo Régimen.
- ¿Qué sucedió específicamente con el Marqués de Launay el 14 de julio de 1789?
- Ese día, una multitud de parisinos asaltó la Bastilla en busca de armas y pólvora. Launay, al mando de una pequeña y leal guarnición, intentó resistir, pero ante la abrumadora superioridad numérica de los asaltantes, se vio forzado a rendirse. Tras la rendición, fue capturado por la multitud, arrastrado por las calles y asesinado brutalmente, siendo decapitado y su cabeza exhibida públicamente.
- ¿Cómo se interpreta la muerte de Launay en el contexto de la Revolución Francesa?
- Su muerte es vista como un evento crucial y simbólico que marcó el fin del poder monárquico absoluto y el inicio de la violencia revolucionaria. Representó la venganza del pueblo contra los símbolos de la opresión real y un punto de no retorno en el camino hacia la abolición del Antiguo Régimen.