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Richard Nixon y la apertura a China (1972)

Richard Nixon, 37.º presidente de Estados Unidos, protagonizó en 1972 uno de los giros estratégicos más audaces de la Guerra Fría: su visita a la República Popular China. Más que una foto histórica, fue el inicio de la normalización de unas relaciones que, con altibajos, se convertirían en el vínculo bilateral más influyente del siglo XXI. Aquella apuesta diplomática abrió la puerta a un reordenamiento global, al deshielo con Moscú y, a la larga, a una profunda interdependencia económica entre China y Estados Unidos.

Por qué la visita de Nixon a China cambió la historia

La apertura a China respondió a razones estratégicas y operativas que convergieron en un momento propicio:

  • Triangulación en la Guerra Fría: aprovechar la ruptura sino-soviética para equilibrar a la URSS y ganar margen de maniobra.
  • Vietnam y agenda de paz: usar el canal con Beijing para presionar negociaciones y facilitar una salida honorable del conflicto.
  • Recolocar a EE. UU. en Asia: reconstruir presencia e influencia tras años de guerra, sin depender solo del poder militar.
  • Visión económica a largo plazo: abrir un mercado enorme y sentar las bases de futuras cadenas de suministro y comercio.

Antes de 1972: del desencuentro al “momento de apertura”

Las relaciones entre Estados Unidos y China han sido complejas desde el siglo XIX. Tras el Tratado de Wangxia (1844) y la política de Puertas Abiertas, Washington participó en la represión de la Rebelión de los Bóxers y fomentó la presencia comercial en China. Durante la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. apoyó a la República de China contra Japón. Sin embargo, el triunfo comunista de 1949 liderado por Mao Zedong quebró los lazos con Washington, que pasó a reconocer al gobierno de Taiwán como legítimo representante de China y bloqueó el asiento de Beijing en la ONU.

La Guerra de Corea (1950–1953) enfrentó indirectamente a ambos países. Más tarde, la guerra de Vietnam tensó la región y reforzó la rivalidad ideológica. A finales de los años 60, sin embargo, la ruptura sino-soviética y el deseo de Beijing de contrapesar a Moscú crearon una ventana de oportunidad. La llamada diplomacia del ping‑pong en 1971 —un intercambio deportivo inesperado— abrió el camino al viaje secreto de Henry Kissinger a Beijing ese mismo año, que preparó el terreno para el movimiento decisivo: la visita de Nixon en febrero de 1972.

La visita de 1972: escenas clave y decisiones históricas

Entre el 21 y el 28 de febrero de 1972, Nixon visitó Beijing, Hangzhou y Shanghái. Fue el primer presidente estadounidense en pisar la República Popular China. El simbolismo fue potente desde el inicio: el apretón de manos con Zhou Enlai —premier de China—, un gesto cargado de significado después de que John Foster Dulles rechazara darle la mano a Zhou en Ginebra en 1954.

Nixon se reunió brevemente con Mao Zedong en Zhongnanhai y mantuvo extensas conversaciones con Zhou Enlai. El viaje combinó diplomacia de alto nivel, imágenes cuidadosamente coreografiadas y un mensaje al mundo: dos potencias que se habían visto como enemigas mortales podían hablar y negociar.

El Comunicado de Shanghái

El momento culminante fue el Comunicado de Shanghái (28 de febrero de 1972), que estableció principios para guiar la relación. Entre sus puntos clave:

  • Una sola China: Estados Unidos reconoció que “todos los chinos de ambos lados del estrecho de Taiwán sostienen que existe una sola China, y que Taiwán forma parte de China”; Washington afirmó no cuestionar esa posición. Fue la base de la posterior política de “una sola China”.
  • Intereses compartidos y diferencias: se aceptó que las partes tenían sistemas distintos, pero podían cooperar en asuntos de interés mutuo.
  • Compromiso con el diálogo: se abrieron canales para continuar las conversaciones en seguridad, comercio y contactos humanos.

Aunque no restableció de inmediato relaciones diplomáticas plenas, el comunicado redefinió el marco bilateral y colocó a Moscú en alerta: la geometría estratégica de la Guerra Fría acababa de cambiar.

Resultados inmediatos y a medio plazo

  • Détente y palanca sobre la URSS: la apertura a China reforzó la posición de Nixon y Kissinger en las negociaciones con Moscú, contribuyendo al Tratado ABM y a SALT I en 1972.
  • Vietnam: la nueva ecuación estratégica ayudó a impulsos diplomáticos que desembocaron en los Acuerdos de París (1973) y la salida de tropas estadounidenses.
  • Canales estables: en 1973 se abrieron oficinas de enlace en Washington y Beijing; la normalización plena llegaría en 1979 bajo Jimmy Carter.
  • Taiwán: EE. UU. cambió el reconocimiento diplomático a Beijing en 1979, pero aprobó la Taiwan Relations Act, manteniendo vínculos no oficiales y compromisos de seguridad con la isla.

Economía y tecnología: la interdependencia tras 1980

Desde los años 80, el comercio y la inversión entre China y Estados Unidos crecieron de manera acelerada. China avanzó hacia la reforma y apertura, y décadas después se convirtió en la segunda economía mundial por PIB nominal (y la primera por PIB en PPA), mientras que EE. UU. mantuvo la primera posición por PIB nominal.

  • Comercio de bienes y servicios: pasó de ser marginal a sumar cientos de miles de millones de dólares anuales.
  • Cadenas de suministro: empresas estadounidenses y globales establecieron producción en China, integrando a la economía china en la manufactura mundial.
  • Finanzas: China se convirtió en uno de los principales tenedores de deuda del Tesoro estadounidense, siendo el segundo mayor acreedor extranjero de EE. UU., detrás de Japón.

Este acercamiento económico coexistió con rivalidades estratégicas, especialmente en el Indo‑Pacífico y la tecnología (telecomunicaciones, semiconductores, ciberseguridad). La dialéctica cooperación-competencia pasó a definir la relación.

Competencia, cooperación y fricción (1990–2021)

Con el fin de la Guerra Fría, Washington y Beijing mantuvieron intereses comunes —como la no proliferación nuclear— y crecientes roces en derechos humanos y comercio. En el Mar de China Meridional, China reivindica prácticamente toda la zona, mientras que EE. UU. enfatiza la libertad de navegación y sobrevuelo en aguas internacionales. En 2011, la estrategia del “pivote a Asia” de Barack Obama tensionó a Beijing, aunque los vínculos económicos siguieron robustos. En 2016, la favorabilidad de la población china hacia EE. UU. rondaba el 51%.

Bajo Donald Trump, la relación se deterioró con una guerra comercial, restricciones a empresas tecnológicas (como Huawei), sanciones vinculadas a Xinjiang, y mayores límites a visados de estudiantes y académicos. En 2017, la estrategia de seguridad nacional de EE. UU. definió a China como “competidor estratégico”. Encuestas de 2020 mostraron que solo el 22% de los estadounidenses tenían una opinión favorable de China y 73% una desfavorable; en China, las opiniones negativas hacia EE. UU. también aumentaron.

Con Joe Biden, persistió un enfoque más confrontativo en asuntos de Hong Kong, Taiwán, ciberseguridad y derechos humanos (incluida la denuncia de genocidio uigur), mientras Beijing reforzó una diplomacia de “guerrero lobo”. Al mismo tiempo, ambos países trataron de fijar “barandillas” para gestionar el riesgo y colaborar en temas globales como clima y salud.

Richard Nixon: el político detrás de la apertura

Nixon (1913–1994), republicano, llegó a la Casa Blanca en 1969 con una reputación forjada como anticomunista desde el caso Alger Hiss y tras servir como vicepresidente de Dwight D. Eisenhower (1953–1961). Perdió ante John F. Kennedy en 1960 y fracasó en su intento de gobernar California en 1962. Volvió a la política nacional para ganar las presidenciales de 1968 y, con una aplastante victoria, la reelección de 1972.

Su presidencia combinó ambición internacional y reformas internas:

  • Política exterior: fin de la participación de combate en Vietnam (1973), apertura a China, détente con la URSS, y negociación del ABM. Durante la Guerra del Yom Kippur (1973), ordenó un puente aéreo para Israel, cuyo impacto contribuyó a la posterior crisis del petróleo.
  • Política interna: creó la Agencia de Protección Ambiental (EPA), impulsó la desegregación escolar en el sur, promovió el Control de Precios y Salarios por 90 días, fortaleció la guerra contra las drogas y lanzó la “Guerra contra el Cáncer”. Presidió el alunizaje del Apolo 11, símbolo del final de la carrera espacial.

No obstante, su segundo mandato se desplomó por el escándalo Watergate, que erosionó el apoyo político y lo llevó a renunciar en 1974, el único presidente estadounidense en hacerlo. Ya en retiro, publicó memorias y múltiples libros, viajó al extranjero como estadista veterano y analista de asuntos internacionales, y fue parcialmente rehabilitando su imagen. Falleció en 1994 tras un accidente cerebrovascular. Las evaluaciones históricas tienden a ser mixtas: su audacia diplomática contrasta con la gravedad de Watergate.

Lo que cambió desde 1972: lecciones y vigencia

La apertura de Nixon a China no fue un gesto aislado: creó un nuevo equilibrio triangular en la Guerra Fría y anticipó la centralidad de la relación sino‑estadounidense en el siglo XXI. Entre las lecciones más duraderas:

  • Diplomacia de gran estrategia: hablar con rivales puede crear palanca frente a terceros y reducir riesgos sistémicos.
  • Ambigüedad estratégica: la gestión de Taiwán —reconocimiento a Beijing con vínculos sustantivos con Taipéi— mostró cómo una formulación cuidadosa puede sostener la estabilidad.
  • Interdependencia condicionada: la integración económica potencia el crecimiento, pero también introduce vulnerabilidades y rivalidad tecnológica.
  • Guardrails en la competencia: incluso en momentos de “nueva Guerra Fría”, los canales de crisis, la transparencia y las reglas de juego son esenciales.

Hoy, con Estados Unidos aún como mayor economía por PIB nominal y China como segunda (primera por PPA), la relación sigue combinando cooperación selectiva y competencia estratégica en el Indo‑Pacífico, el comercio, la tecnología y la gobernanza global. El viaje de 1972 explica, en buena medida, cómo dos adversarios pasaron a ser socios‑rivales cuyo trato mutuo repercute en toda la arquitectura internacional.

Hitos rápidos: cronología esencial

  • 1949: triunfo de la República Popular China; ruptura con Washington.
  • 1950–1953: enfrentamiento indirecto en la Guerra de Corea.
  • 1971: diplomacia del ping‑pong y viaje secreto de Kissinger.
  • Febrero de 1972: visita de Nixon; Comunicado de Shanghái.
  • 1973: apertura de oficinas de enlace en ambas capitales.
  • 1979: normalización plena de relaciones diplomáticas bajo Jimmy Carter; Taiwan Relations Act.
  • Décadas de 1980–2000: expansión acelerada del comercio e inversión.
  • 2017–2021: competencia estratégica marcada por disputas comerciales, tecnológicas y geopolíticas.

FAQ

¿Por qué viajó Richard Nixon a China en 1972?

Buscaba reconfigurar la balanza de poder de la Guerra Fría aprovechando la ruptura sino‑soviética, ganar influencia en las negociaciones de Vietnam, y abrir un canal directo con Beijing para gestionar mejor la seguridad en Asia y explorar oportunidades económicas futuras.

¿Qué estableció el Comunicado de Shanghái?

Fijó principios para guiar la relación: reconocimiento de que existe una sola China (con diferencias sobre la forma de expresarlo), aceptación de que ambos países tenían sistemas distintos, y compromiso de mantener el diálogo en ámbitos clave como seguridad, comercio y contactos entre pueblos.

¿Cambió la política de Estados Unidos hacia Taiwán?

Sí. En 1979, Washington transfirió el reconocimiento diplomático de Taipéi a Beijing. No obstante, aprobó la Taiwan Relations Act, que sustenta vínculos no oficiales, comercio y asistencia de defensa, y mantiene una política de ambigüedad estratégica para preservar la estabilidad en el Estrecho.

¿Qué papel tuvo Henry Kissinger en la apertura?

Como asesor de Seguridad Nacional, fue el arquitecto operativo: realizó un viaje secreto a Beijing en 1971, negoció los parámetros de la visita de Nixon y contribuyó a redactar el Comunicado de Shanghái. Su enfoque de “diplomacia triangular” con la URSS y China marcó la gran estrategia de la época.

¿Cómo impactó la visita en la URSS y en la Guerra Fría?

Mostró a Moscú que Washington contaba con un nuevo socio táctico en Asia, lo que fortaleció la posición estadounidense en las negociaciones de control de armas y favoreció la distensión (détente). También complicó el margen de maniobra soviético en Asia.

¿Cuándo se normalizaron plenamente las relaciones entre EE. UU. y China?

La normalización completa llegó en 1979 bajo la presidencia de Jimmy Carter, con el establecimiento de embajadas y la emisión del comunicado conjunto que formalizó los lazos diplomáticos.

¿Cuál es el legado de Nixon en la relación actual EE. UU.–China?

Su apertura inició un proceso que derivó en una intensa interdependencia económica y, a la vez, en una competencia geopolítica estructural en el Indo‑Pacífico y la tecnología. La relación sigue siendo considerada por académicos y líderes como la más importante del siglo XXI, con cooperación puntual y rivalidad estratégica en paralelo.